sábado, 2 de noviembre de 2013

CELEBRAR LA MUERTE


Preservar la memoria de nuestras tradiciones es, a veces, difícil tarea en una sociedad irremediablemente ligada a una imposición, incuestionable o velada, de y en consecuencia desarraigo cultural y por ende  abandono y desarme paulatino de la tradición más atávica. Cuando el origen es quebranto hay que saber abrir los ojos y respetar aquello que en realidad siempre ha estado en nuestra memoria. Aquello que forma parte de nuestra identidad.

Y es que la Fiesta de los Muertos, Noche de Difuntos, Noche de Ánimas, Noche d’ Almetas o as Lumbretas, Tots Sants, Nit de Morts o Animetes, Halloween y otras celebraciones similares alrededor del mundo tienen una raíz en común: recordar a nuestros muertos y, en cierta manera, perdurar viva nuestra relación con ellos en un momento del año en que la misma naturaleza parece también desvanecerse.  

Determina el inicio del ciclo de la tierra. Tras el tiempo de abundancia, de  las cosechas del verano y las vendimias, con su luz lenta y calurosa, llega el reposo. La muerte aparente de la naturaleza. Las hojas de muchos árboles caen y la tierra, triste y agotada, aguarda el momento de la siembra, permaneciendo yerma en noches frías que se alargan, abstraída en un estado latente  hasta el resurgimiento de la vida con el retorno de la primavera y el buen tiempo. La idea de la muerte, el rito a la muerte con el fin de promover el bienestar de los benévolos  y aplacar la ira de los malvados está presente en un periodo concreto en que la inmensa mayoría de pueblos desde las culturas aztecas, orientales, africanas, pueblos celtas, egipcios y romanos han estado celebrando como el tiempo de los muertos.

Parece ser que nuestra fiesta, que se remonta al ciclo de la vida y al seguimiento del ciclo vital durante las diversas estaciones del año, deriva, en concreto, del importante culto para el pueblo celta llamado Samain o Samhain, en gaélico. Al igual que los meses, el año cuenta con una fase oscura que se inicia con el mes de Samonios (octubre-noviembre) y una fase luminosa que comienza en el mes de Giamonios (abril-mayo).La festividad de Samhain señalaba el comienzo del año nuevo celta. Tenía lugar en el mes de Samonios (octubre-noviembre), durante la luna llena más cercana entre el equinoccio de Otoño y el solsticio de Invierno, la celebración duraba 3 noches de luna llena. La palabra gaélica Samhain significa etimológicamente “el final del verano”.  



 
Hoy en día, es un hecho constatable el peso y la riqueza en la variedad de tradiciones folclóricas de los pueblos con origen celta. El Samhain se refiere a  los días que están fuera del periodo. Esos en los que se da la bienvenida al periodo de oscuridad, cuando se posibilita que las puertas del otro mundo queden abiertas y los muertos puedan contactar con los vivos. Son días plagados de conmemoraciones relacionadas con los difuntos, es tiempo de muertos.

En cuanto a la cristianización del culto a los muertos, los romanos ya celebraban una festividad a Todos los Dioses. Los ejércitos del Imperio romano, fueron asentándose en las tierras conquistadas, y fueron adoptando las mismas costumbres.  Decidieron honrar a una de sus diosas haciendo coincidir la fiesta con la del Samhain. Pomona era la diosa de los frutales, y en su honor celebraron la Fiesta de la Cosecha el 31 de octubre, aunque ya los celtas celebraban una fiesta menor de la cosecha en el equinoccio de otoño, el 21 de septiembre.  También Marco Agripa mando construir, en honor a Júpiter vengador, por el amparo recibido en las duras batallas ganadas a Marco Antonio y Cleopatra, un templo pagano dedicado a Ceres y a Todos los Dioses, llamado Panteón de Agripa o Panteón de Roma.




Ya en el siglo VII , Bonifacio IV en su labor de cristianización instaura el día de Todos los Santos el 13 de Mayo hacía el 609 E.C cuando decide “ purificar” El Panteón y dedicarlo a la Virgen y a Todos los Santos cubriendo el templo, como en su origen, con planchas de plata, las cuales había quitado Constantino emperador para llevarlas a Zaragoza, juntamente con las estatua de bronce y mármol que estaban en Roma, e hizo más daño en seis días que allí estuvo que no hicieron los bárbaros en doscientos y cincuenta y ocho años.Este fue el primer templo pagano transformado para el culto cristiano, y según cuenta la tradición, veintiocho grupos de huesos de mártires fueron trasladados de las catacumbas y colocados bajo el altar mayor.

Aunque fue Gregorio III quien consagró una capilla en la Basílica de San Pedro en honor a todos los santos cristianos y cambio el día, para fijarlo en el 1 de noviembre. La explicación de tal cambio está en  el Samhain, que seguía siendo una arraigada fiesta popular celta a pesar de  la cristianización de Gran Bretaña. De esta manera  la Iglesia  trató de desviar el interés que existía en las costumbres paganas incorporando en el calendario una celebración cristiana en la misma fecha que la fiesta de Samhain. Al no poder desarraigar las creencias paganas la Iglesia simplemente las ocultó tras una máscara “cristiana” y adoptó las celebraciones previas, dándoles una especie de “visto bueno”. En el año 835 E.C., el papa Gregorio IV convierte la festividad de Todos los Santos en fiesta universal en el calendario gregoriano.
En el 998 E.C fue el quinto abad de Cluny  quien instauró en los monasterios de su congregación,  el 2  de noviembre como fiesta para conmemorar a las almas de los que habían fallecido. Y de ahí se extendió hasta ser aceptada definitivamente en el siglo XI por la Iglesia.

En la tradición celta el Samhain, la víspera de Todos los Santos, pasó a denominarse All-hallows Eve (actualmente, por contracción de la expresión: Halloween) y  el Día de los Todos los Difuntos o Día de Todas las Almas  pasó a ser el  2 de noviembre. Las tres noches de luna llena pasarian a ser Hallowmas.
No obstante, en nuestras tierras, mezcla de orígenes precristianos, y aún cristianizado el rito, conservamos rasgos y tradición propia de  origen céltico del Samhain.
Es Aragón, tierra de fadas, moras, lainas, omes, encantarias, granizos y bruxas. Tierra que a pesar de una muerte lenta y constante de sus lenguas pirenaicas ha sabido proteger un compendio de  leyendas, falordias, cuentos, canciones, mitos y creencias a través de la tradición oral , que se mantiene, con quizá mayor autenticidad de origen en el Alto Aragón ( hay una mayor pervivencia de los mitos en zonas montañosas, más aisladas de la mentalidad urbana) aunque pervive en muchas poblaciones de todo el territorio como Trasmoz,  Radiquero, Adahuesca y Colungo en el Somontano o Graus y Secastilla en Ribagorza.

La celebración de "Toz os santos" todavía se mantiene rodeada de antiguas creencias y ritos, y el trato con las "Almetas" o espíritus difuntos era algo habitual en la vida de las aldeas más aisladas no hace tantos años. La Noche de las Ánimas, Noche d´ Almetas o As Lumbretas  se celebra, según he podido documentar, en algunas poblaciones la madrugada del 31 de octubre al 1 de noviembre y en otras la madrugada del 1 al 2 de noviembre.


Son días y noches de recogimiento e historias de ánimas, bruxas, follets, alentadas y totones frente a la chaminera,  de calabazas con velas, las de color verde y morfología alargada, para alumbrar en procesión  y  guiar así el camino al cementerio a las almetas. Es tiempo de misas y toque de muerto en la madrugada, de candilejas, estadal y cerilleta.  Las almetas vagan más tiempo entre la noche y hay que recogerlas. Nada mejor que ayudarlas a asentarse en el lugar que deben estar. Si se consigue, el invierno será tranquilo, sin ningún sobresalto por parte de las ánimas, pues estarán recogidas en el lugar que les corresponde.  

Aunque algunas de las  costumbres aragonesas de la Noche d’Almetas  se orientan hacia evitar el contacto con las ánimas, a las que se les quiere y se les teme a la vez,  la propia celebración es símbolo de una necesidad que siempre ha existido desde el principio de los tiempos: establecer algún tipo de relación con las ánimas.  



El trocito de tierra que es Menorca celebra también este Dia dels Morts ,Nit de les Ànimes o animetes,  y tras una investigación poco fructuosa llego a la repetida y entristecida conclusión  de que también en la isla hemos ido perdiendo por el camino gran parte de nuestra más primitiva identidad con este abandono progresivo de  rituales y costumbres ancestrales. En el ámbito cultural de estas tierras tradicionalmente se decía que las animetes, tanto las que habían muerto durante el año en curso como las que hace años que habían muerto,  volvían a las casas y lugares que habitaron. Se precisaba, curiosamente, el momento del retorno: a partir de las dos de la tarde del día de Tots Sants hasta el día siguiente , Dia de Morts, a su misma hora.

Dentro de esta dualidad que conlleva el rito de la fiesta, entre el miedo y la protección hacia las ánimas, común en todas las tierras que conformaron la Corona de Aragón,  en la isla se considera a las animetes como protectoras y  se mantienen aún tradiciones que han llegado hasta nuestros días. Tradiciones como la de poner un plato más a la mesa aquella noche, o dejar lugar para los familiares difuntos, o bien, abrir paso en las puertas para que entren las ánimas, cuidar de no moverse ni mover cosas por los rincones, convencidos de que son los lugares de la casa donde se refugian las animetes. En el Dia de Morts no se se escombra o barre y también era costumbre preparar la cama para que las animetes puedan descansar.

En el día de Tots Sants  era costumbre, poner manjares y ofrendas florales en coronas adornadas con crisantemos y perpetua siempreviva o flor de san juan. El ciprés, el laurel, el sauce y la hiedra eran sitio preferido para los difuntos, y se decía que la malva crece sobre las tumbas de aquellas buenas personas. 

Así mismo, hay multitud de prácticas relacionadas con el fuego durante estos días: encender candelas y otras luces de flama para que ses ànimes no tropiecen por la casa, a menudo en el interior de cántaros y frutos del tiempo como melones, sandías y calabazas, los cuales se acostumbraban a decorar y se colocaban en la puerta de las casas, en las habitaciones o en la cocina. Se encendía también la llar o chimenea para que los difuntos puedan encontrar el camino a casa, calentarse, descansar y comer a gusto. Este sería el caso de las xinxetes o mariposetas, que se encendían ya la noche del 31 de octubre,  son un pequeño corcho con  mecha que en lugar de usar cera como materia combustible  utiliza aceite vegetal. Se dejaban encendidas los días de Tots Sants i Morts, servían para señalar a ses animetes  el camino a casa.
Habitaba la creencia que las ánimas del purgatorio si encontraban buena acogida por parte de los familiares descansaban en paz, de lo contrario, seguían siendo almas en pena. Todas estas costumbres iban acompañadas de las tres misas con ornamentación negra y cirios amarillos, la visita al cementerio y  el insistente toque de campanas a plenyideres.

En algunos sitios se celebraban procesiones carnavalescas o bailes relacionados con la muerte, en algunos fanales se dibujaban ojos y bocas y se colocaban en las ventanas para así asustar a los que pasaban por la calle. Propio de la isla era, que alguien se envolvía una sabana más arriba de la cabeza con tal de disimular la estatura real y simulaba la cabeza con una caña y un fanal  encendido. El objetivo de tal fantasma no era otro que salir a la calle para espantar.
Las representaciones teatrales que se hacían en la calle más adelante fueron desplazadas por Don Juan Tenorio, de José Zorrilla en los teatros. Un tal Francesc Orfila Albertí  escribió una obra para parodiarla con el objetivo de darle un toque localista y picante.  Esta obra titulada En Tanoca des Migjorn, fue estrenada en Maó el 2 de noviembre de 1927, y desde entonces se ha representado en numerosas ocasiones, alrededor de Tots Sants , en la zona del levante menorquín y es ya un clásico del repertorio popular.

A nivel familiar se puede constatar la pervivencia de algunas de estas prácticas como la de hacer la castanyada, aunque se ha perdido el rito de encender hogueras para celebrarla. Y así, también frente al fuego, se solían explicar rondalles de muertos aparecidos y almas en pena. Probablemente, era la manera de introducir a los niños en estas cuestiones de la muerte, y explicar cuentos de ánimas, relatos de muertos y otras rondalles que hacían miedo, lo que por este lado, alejaba la muerte de la  vida cotidiana y le daba una ambientación mágica y ritual.
El refranero menorquín hace múltiples referencias a la celebración, a las costumbres relacionadas con el rito en honor a los muertos y a los productos propios del otoño. Los hay que hablan del cambio de estación, de la llegada del frío, de los oficios del campo y el mar. Forman parte de nuestra memoria colectiva y es deber transmitirla como parte de nuestro patrimonio cultural.

La gastronomía de esta celebración, precedida por antiguas ofrendas funerarias, es rica y variada. En este momento del año la despensa se llena de conservas, confituras y otros alimentos de larga caducidad elaborados con los productos recogidos durante el verano y la entrada del otoño.   
Muchos dulces se elaboraban para poder conservarse mucho tiempo y servir de suministro energético durante los largos y fríos meses de invierno. En la despensa había frutas confitadas, vinos, aceite, los productos de la matanza del cerdo o ses porquetjades i es panets de mort. Joan Amades, folclorista, nos cuenta como en Menorca para Tots Sants se hacían ya antiguamente unos pastissets propios del día, que obligatoriamente se tenían que elaborar con miel y mantequilla. Destacaba su forma de difunto amortajado y solo solían comerlo los niños.


Amades también nos dice que antiguamente, en el día de muertos, se celebraban verdaderas bacanales en recuerdo y honor de los difuntos, de las cuales un lejano y desdibujado recuerdo es la actual castanyada. La Iglesia combatió enérgicamente los abusos que se hacían en estas comidas. Los ricos señores comían delicadas viandas y los pobres; castañas. Aún hoy se celebran comidas familiares y se comen castañas, uvas, higos, moras, magranes – granadas (consideradas una representación del purgatorio, ses animetes eran los granos que la forman, por cada grano que se comía se redimía una animeta del purgatorio) boniatos, calabazas, bunyols-buñuelos , panets de morts. Se bebe buen vino, normalmente dulces o blancos, tipo moscatel.

En las casas, al llegar la noche, era costumbre dejar nueces, piñones rotos, castañas o granadas abiertas, encima la mesa de la cocina o en los rincones para que así las ánimas puedan comer sin molestar a los vivos mientras duermen.
La concepción de la muerte ha cambiado radicalmente, hasta la forma de morir ya no es lo que era. Es bien distinto morir en casa, rodeado de los tuyos, que en un hospital. La mort és llei de vida, afirma el dicho popular. Y en la concepción cíclica del tiempo y de la existencia de nuestros antecesores, la muerte era aceptada como un hecho absolutamente normal. La muerte temida era la imprevista: las desgracias, la muerte de alguien joven, los males y las epidemias, en definitiva de aquello que rompía el ciclo natural .
La muerte es, hoy en día  y en muchos casos, escondida o dismulada a los niños. Mientras, las imágenes de guerra, violencia, accidentes o catástrofes se repite constantemente en nuestros medios de comunicación. La muerte adquiere aires catastróficos y terribles. Contrasta profundamente con la aceptación natural que se encuentra implícita en los refranes, creencias y prácticas de tradición popular referente a los muertos.


Concluyo con la reflexión de si es posible que nuestros antepasados, quienes consideraron la muerte como un hecho cotidiano, inevitable y lógico en la medida en que forma parte del ciclo natural que afecta a personas, animales y plantas, sabían, en su incansable conexión con la naturaleza y lo desconocido,  que la muerte no es el final. 
Desde aquí, reivindico la muerte y su celebración. La vuelta a la esencia de las tradiciones populares  A los muertos, algún día dejaremos de llorarlos, los tendremos bien enterrados y reiremos, por nosotros, por ellos. Vivos y muertos. 

De pequeña recuerdo comer bunyols y castañas, tanto en el colegio como en casa. En nuestro hogar llevamos desde ayer con las velas encendidas, en recuerdo a nuestros muertos y también por qué no decirlo, para guiar a los antiguos moradores del edificio del Horno de la Pabostría, hoy nuestra casa.

Para finalizar la biblia que he escrito sobre la celebración aquí os dejo la receta d’es bunyols de tots sants. Como suele suceder, tengo más de una receta apuntada en el recetario de mi madre, y sin dudarlo,  os dejo con la suya. ¡Eran exquisitos, Ita! 

Bunyols 

1/2 kg de harina de fuerza
400 gr de patatas
1/2 vasito de leche
1 vasito de aceite de girasol
3 huevos
25 gr de levadura de pan
250 gr de azúcar


Miel o arrop 

Primero hervir la patata pelada en agua. En lugar de patata también podéis hacer una mezcla de patata y boniato, o sustituir la patata por el boniato o la calabaza, también quedan muy ricos.

En un recipiente o vasija, poner la harina y hacer un hueco en forma de cráter. 
En otro recipiente deshacer la levadura con la leche, que estará justo tibia. (si la leche está demasiado caliente la levadura se escalda y no haría efecto).
Añadirlo entonces al cráter y cubrirlo con parte de harina. 
Tapar el recipiente de manera que no entre aire para dejarlo reposar alrededor de 15 min en un sitio cálido y seco.
Mientras tanto ligar el azúcar con los huevos batidos en otro recipiente, mezclar con el aceite y pasado el tiempo de reposo lo añadís a la pasta de la masa. Ahora toca pastar o remover hasta ligarlo. (Os podéis ayudar de una cuchara de madera pues la masa es algo pegajosa). Una vez ligada, dejar reposar hasta que haya duplicado su volumen, alrededor de tres cuartos de hora. 

Para hacer y dar forma a los buñuelos hay que poner una sartén al fuego con mucho aceite y calentarlo hasta que esté bien caliente. Os mojáis la mano con agua fría y cogéis un pellizco de pasta con la punta de los dedos a la vez que hacéis un agujero con la punta del dedo gordo. Haciendo, digamos,como la forma de un pequeño salvavidas.( Si veis que no os salen los agujeritos, nada de desanimarse. Cogéis un pellizco de pasta, lo tiráis en el aceite y bon profit! Sin agujero.)

Luego consiste en ir friendo los buñuelos que para mejor control de cocción es mejor sean todos de la misma medida, alrededor de seis centímetros. De esta manera, cada buñuelo necesitará alrededor de cinco minutos. 
Al sacarlos hay que escurrirlos encima papel absorbente. 
Se pueden comer fríos y hasta un día después pero yo os recomiendo recién hechos y regados con un poquito de miel, azúcar o arrop. 

7 comentarios:

  1. Una entrada completísima. No tiene desperdicio. Felicidades.
    Saludos

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    1. Gracias, nury. La verdad es que me llevó más de un día recopilar toda la información. He disfrutado mucho descubriendo costumbres y curiosidades de antaño.
      Saludos.

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  2. Madre mía, qué enciclopedia de entrada. Y qué hambre da, oye, qué rico todo. Un beso.

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    1. Sí, la embalada fue máxima. A medida que iba adquiriendo forma el texto ,se desbordaba la información.Qué de creencias peculiares tenían los hombres antiguos!
      Besos

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  3. Como dice Roberto, no creo que sea posible escribir una entrada más meticulosa y que repase de manera más amplia todas las tradiciones existentes alrededor del Día de todos los Santos o la noche de ánimas. Es muy curioso descubrir las relaciones entre la celebración celta, por ejemplo y las de determinados lugares de Aragón, como Trasmoz. Muy curioso también que todo el mundo recuerde a Don Juan Tenorio esa noche y más curioso me ha parecido la versión erótico-festiva titulada En Tanoca Des Migjorn. Es una entrada completísima y te doy mi enhorabuena por la redacción. Por supuesto, has hecho muy bien en incluir la receta de Ita, seguro que son los mejores bunyols de tots sants. Estoy deseando probarlos. Pues nada, lo dicho, enhorabuena por la entrada. La muerte no es el final. Nos quedamos con esto. A celebrar, entonces, sin miedos tontos y siempre, con el buen recuerdo que algunas personas nos dejaron. Besicos.

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    1. Gracias, amor de mis amores. Qué halagador eres! Besazos.

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  4. Buenísima entrada que -con el radical cambio de tiempo que tenemos hoy- ha hecho entrar el frío otoñal en casa. Estos bunyols tengo que hacerlos un día de estos, seguro que están más buenos que los cráneos de azúcar mexicanos. Allí cantaban. "Qué pena los borrachos del camposanto. Que estén ahora en la Gloria por haber bebido tanto..." Las castañas eran nuestra guarnición antes de que viniera la patata de América. El ofegat amb castanyes, por ejemplo, a base de carne, castañas, ciruelas y vino rancio.
    Besos. Borgo.

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