martes, 14 de enero de 2014

Cenas de Pabostría ...con Alfredo Moreno


La niebla esconde el horizonte,  altera con intención las distancias de quienes, impuestos, cansados e insomnes, vagan por las calles de una Zaragoza que enmudece sin aurora.

Sería un buen final para describir la deshumanización global y apocalíptica en una de esas películas de ciencia ficción que tan de moda se han puesto últimamente pero, sé que la niebla en Zaragoza es bien real, los horizontes imaginados se difuminan y las gentes están adormecidas en su rutina de puerta giratoria.

El cine en su condición de escenario para los sueños, de trampolín para el adornado embuste, también acoge las grandezas y miserias de la vida cotidiana. Y es por eso que quizá el denominado séptimo arte es capaz de fascinar y no dejar indiferente a nadie. Alfredo Moreno es un tipo que, como impronta vital, acota en el subtítulo de su primer libro publicado en 2011, que es de los que viaja entre el cine y la vida. Su pasión por el conocimiento y el cine le convierten en un hombre capaz de generar interés por todo aquello que cuenta.
A principios de este año tuvimos la agradable visita de Alfredo en Cenas de Pabostría. Aquella misma tarde la pasé entre fogones, primero preparando la masa para que tuviera tiempo suficiente a fermentar y más tarde, organizando todos los ingredientes que iban a componer las pizzas, handmade style. El vino y los postres de rigor acompañaron las palabras y la noche. Alfredo, escondido tras las tapas del último suspiro de Buñuel,  nos cedió su voz para acercarnos algunos fragmento del genio aragonés.







Las trompetas del apocalipsis suenan a nuestras puertas desde hace unos años, y nosotros nos tapamos los oídos. Este nuevo apocalipsis, como el antiguo,corre al galope de cuatro jinetes: la superpoblación (el primero de todos,el jefe, que le enarbola el estandarte negro), la ciencia, la tecnología y la información. Todos los demás males que nos asaltan no son sino consecuenciasde los anteriores, Y no vacilo al situar a la información entre los funestos jinetes. El último guión sobre el que he trabajado, pero que nunca podré realizar, descansaba sobre una triple complicidad: ciencia, terrorismo, información. Esta última, presentada de ordinario como una conquista, como un beneficio,a veces incluso como un «derecho», quizá sea en realidad el más pernicioso de nuestros jinetes, pues sigue de cerca a los tres y sólo se alimenta de sus ruinas. Si cayera abatido por una flecha, se produciría muy pronto un descanso en el ataque a que nos hallamos sometidos.
                                

Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que no cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años,llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más.Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.

Mon dernier soupir, 1982
Luís Buñuel

Pizza 

Os voy a dejar las dos recetas que tengo anotadas. La primera, es receta de Ana, la madre de mi amiga Mónica, y os servirá si lo que queréis conseguir es una masa mucho más esponjosa y tierna. Excepto por llevar mantequilla o margarina, es muy parecida a las que tengo para hacer la menorquina "Coca de sofrit o verdura".
Os recomiendo utilizar a ser posible la levadura fresca, aunque podéis sustituirla por la levadura química sino tenéis a mano.  También os pido disculpas por el vergel con las cantidades y medidas, pero así lo tengo anotado y suelo guiarme a partir de esas medidas. 

400gr de harina de fuerza
2 tazitas de agua 
1 tazita de aceite de girasol
1 cucharada de margarina o mantequilla
15gr de levadura fresca

En la segunda opción de ingredientes que os dejo, también muy sencilla,  nos permite conseguir una masa mucho más crujiente.

300 gr de harina de fuerza
300 gr de agua tibia
1/2 cucharadita de sal
10 gr de levadura fresca
15 gr de aceite de oliva 

Realmente utilizo las dos de manera bastante habitual y cada una tiene su qué, así que os animo a probar a amasar, que es una gozada. De pequeña lo vi hacer a mis abuelas y sobretodo a mi madre. Aprendí de ellas que los ingredientes necesitan su orden, que la masa debe tratarse con suave esmero y cariño. El movimiento de los dedos, la posición de las manos, utilizar bien el juego de  los nudillos para darle consistencia es todo un arte.

Las pizzas tiene múltiples opciones en cuanto a ingredientes. Fundamentales en la base, tomate frito que me encargo de especiar previamente con oregáno/provenzales, algo de tomate fresco, mozzarella fresca y  emmental. 
El resto de ingredientes pueden ser de lo más variado.Yo suelo adaptarme a lo que tengo a mano. En este caso, para la visita de Alfredo preparé dos muy sencillas. La primera con atún, bacon y cebolla caramelizada. Y en la segunda opción combiné la sobrassada menorquina y el  queso mahón con algo de jamón serrano. Puede parecer una mezcla demasiado salada pero resulta deliciosa.

Y ahora, sin más, mientras Marcos me acerca a  un Sinatra envejecido y asustado por la muerte desgranando su último My way , me acuerdo de nuevo de los caminos perdidos. Imagino, entonces, horizontes tangibles. Gentes vivificadas, humanizadas y despiertas.
Sé que hoy, tras la madrugada, Zaragoza sin la niebla, recobrará su aurora.




jueves, 19 de diciembre de 2013

Cenas de Pabostría ...con Roberto Malo


De entre los tantos autores que he ido conociendo en esta andadura aragonesa a lo largo de estos últimos meses de la mano de Marcos, es sin duda Roberto Malo un claro ejemplo del buen hacer con nombre propio, del humor inteligente y original.


Roberto es escritor, animador sociocultural, cuentacuentos, padre de familia y cantautor si es preciso, pero sobretodo buen amigo y buena persona.Hace un par de semanas tuvimos el honor de acogerle en casa para una velada de Cenas de Pabostría.

 Uno se sorprende al conocer su obra, que abarca desde la magia del cuento infantil, al relato de terror, pasando por el guión o la novela, en una combinación que tiene cabida para lo policíaco, el amor, la fantasía, el humor y  la ciencia ficción,  capaz de fascinar y no dejar indiferente a nadie.  Roberto es un escritor inquieto y constante con el oficio.
Confiesa que no podría decantarse por un género únicamente. Que un escritor tiene que escribir lo que le guste y que él, como no vive de ello, puede permitirse el lujo de escribir lo que le apetece. “Lo que me gustaría leer”, suele pensar. 

Admiro cuando nos explica acerca de la experiencia de escribir cuentos, lo maravilloso de la instantaneidad, lo mágico del mito en la intencionalidad del mensaje, o  como se afronta el reto de una novela, ese  saber que vas a estar todo un año dándole vueltas a la misma historia. 


Y es quizá, gracias a esa capacidad de encuentro con lo imaginario que tienen los autores de la literatura infantil, lo que nos acerca también, en cierto modo, a ese Roberto Malo, atrevido, irónico, surrealista y desenfadado en su literatura para adultos. Ha publicado los libros de relatos "Malos sueños" (Certeza, 2006) y "La luz del diablo" (Mira, 2008); las novelas "Maldita novela" (Mira, 2007), "La marea del despertar" (Hegemón, 2007), "Los guionistas" (Eclipsados, 2009),"Asesinato en el club nudista" (Nalvay, 2011) y "El último concierto de David Salas" (Pregunta, 2013).




Compartimos mesa y mantel con una agradable conversación en la que por supuesto no faltaron las risas y alguna carcajada. Como viene siendo habitual, tras las copas, nos dispusimos a grabar su participación.


En este caso nos leyó un pequeño fragmento de "El último concierto de David Salas" (Pregunta,2013);

PROGRESO

Antaño,
los melocotones
sabían a melocotones,
las manzanas
a manzanas,
las peras
a peras.

Ahora,
todo sabe a nada,
todo sabe a nada,
mierda de progreso.


Roberto es miembro fundador del Grupo Galeón, con el que realiza talleres, animaciones, títeres y cuentacuentos desde 1993 tanto en Aragón como en el resto de España. También pertenece a diversas asociaciones literarias.

De sus cuentos infantiles han sido publicados (escritos en colaboración con Francisco Javier Mateos) "Tanga y el gran leopardo" (Comanegra, 2009, ilustrado por David Laguens), "La madre del héroe" (OQO, 2011, ilustrado por Marjorie Pourchet), "El príncipe que cruzó allende los mares" (Nalvay, 2012, ilustrado por David Guirao), "Abaskhia, el muchacho que quería enseñar a hablar a las vacas" (Delsan, 2012, ilustrado por David Laguens) y hace muy poquitos días se presentó  "El pastel de la buena suerte" (Delsan, 2013, ilustrado por Ignacio Ochoa).


Gracias por tu aportación a las Cenas de Pabostría, un verdadero placer. 

¡¡El leopardo debe vivir!!



Durante la presentación de "El último concierto de David Salas", en Jaca.




sábado, 2 de noviembre de 2013

CELEBRAR LA MUERTE


Preservar la memoria de nuestras tradiciones es, a veces, difícil tarea en una sociedad irremediablemente ligada a una imposición, incuestionable o velada, de y en consecuencia desarraigo cultural y por ende  abandono y desarme paulatino de la tradición más atávica. Cuando el origen es quebranto hay que saber abrir los ojos y respetar aquello que en realidad siempre ha estado en nuestra memoria. Aquello que forma parte de nuestra identidad.

Y es que la Fiesta de los Muertos, Noche de Difuntos, Noche de Ánimas, Noche d’ Almetas o as Lumbretas, Tots Sants, Nit de Morts o Animetes, Halloween y otras celebraciones similares alrededor del mundo tienen una raíz en común: recordar a nuestros muertos y, en cierta manera, perdurar viva nuestra relación con ellos en un momento del año en que la misma naturaleza parece también desvanecerse.  

Determina el inicio del ciclo de la tierra. Tras el tiempo de abundancia, de  las cosechas del verano y las vendimias, con su luz lenta y calurosa, llega el reposo. La muerte aparente de la naturaleza. Las hojas de muchos árboles caen y la tierra, triste y agotada, aguarda el momento de la siembra, permaneciendo yerma en noches frías que se alargan, abstraída en un estado latente  hasta el resurgimiento de la vida con el retorno de la primavera y el buen tiempo. La idea de la muerte, el rito a la muerte con el fin de promover el bienestar de los benévolos  y aplacar la ira de los malvados está presente en un periodo concreto en que la inmensa mayoría de pueblos desde las culturas aztecas, orientales, africanas, pueblos celtas, egipcios y romanos han estado celebrando como el tiempo de los muertos.

Parece ser que nuestra fiesta, que se remonta al ciclo de la vida y al seguimiento del ciclo vital durante las diversas estaciones del año, deriva, en concreto, del importante culto para el pueblo celta llamado Samain o Samhain, en gaélico. Al igual que los meses, el año cuenta con una fase oscura que se inicia con el mes de Samonios (octubre-noviembre) y una fase luminosa que comienza en el mes de Giamonios (abril-mayo).La festividad de Samhain señalaba el comienzo del año nuevo celta. Tenía lugar en el mes de Samonios (octubre-noviembre), durante la luna llena más cercana entre el equinoccio de Otoño y el solsticio de Invierno, la celebración duraba 3 noches de luna llena. La palabra gaélica Samhain significa etimológicamente “el final del verano”.  



 
Hoy en día, es un hecho constatable el peso y la riqueza en la variedad de tradiciones folclóricas de los pueblos con origen celta. El Samhain se refiere a  los días que están fuera del periodo. Esos en los que se da la bienvenida al periodo de oscuridad, cuando se posibilita que las puertas del otro mundo queden abiertas y los muertos puedan contactar con los vivos. Son días plagados de conmemoraciones relacionadas con los difuntos, es tiempo de muertos.

En cuanto a la cristianización del culto a los muertos, los romanos ya celebraban una festividad a Todos los Dioses. Los ejércitos del Imperio romano, fueron asentándose en las tierras conquistadas, y fueron adoptando las mismas costumbres.  Decidieron honrar a una de sus diosas haciendo coincidir la fiesta con la del Samhain. Pomona era la diosa de los frutales, y en su honor celebraron la Fiesta de la Cosecha el 31 de octubre, aunque ya los celtas celebraban una fiesta menor de la cosecha en el equinoccio de otoño, el 21 de septiembre.  También Marco Agripa mando construir, en honor a Júpiter vengador, por el amparo recibido en las duras batallas ganadas a Marco Antonio y Cleopatra, un templo pagano dedicado a Ceres y a Todos los Dioses, llamado Panteón de Agripa o Panteón de Roma.




Ya en el siglo VII , Bonifacio IV en su labor de cristianización instaura el día de Todos los Santos el 13 de Mayo hacía el 609 E.C cuando decide “ purificar” El Panteón y dedicarlo a la Virgen y a Todos los Santos cubriendo el templo, como en su origen, con planchas de plata, las cuales había quitado Constantino emperador para llevarlas a Zaragoza, juntamente con las estatua de bronce y mármol que estaban en Roma, e hizo más daño en seis días que allí estuvo que no hicieron los bárbaros en doscientos y cincuenta y ocho años.Este fue el primer templo pagano transformado para el culto cristiano, y según cuenta la tradición, veintiocho grupos de huesos de mártires fueron trasladados de las catacumbas y colocados bajo el altar mayor.

Aunque fue Gregorio III quien consagró una capilla en la Basílica de San Pedro en honor a todos los santos cristianos y cambio el día, para fijarlo en el 1 de noviembre. La explicación de tal cambio está en  el Samhain, que seguía siendo una arraigada fiesta popular celta a pesar de  la cristianización de Gran Bretaña. De esta manera  la Iglesia  trató de desviar el interés que existía en las costumbres paganas incorporando en el calendario una celebración cristiana en la misma fecha que la fiesta de Samhain. Al no poder desarraigar las creencias paganas la Iglesia simplemente las ocultó tras una máscara “cristiana” y adoptó las celebraciones previas, dándoles una especie de “visto bueno”. En el año 835 E.C., el papa Gregorio IV convierte la festividad de Todos los Santos en fiesta universal en el calendario gregoriano.
En el 998 E.C fue el quinto abad de Cluny  quien instauró en los monasterios de su congregación,  el 2  de noviembre como fiesta para conmemorar a las almas de los que habían fallecido. Y de ahí se extendió hasta ser aceptada definitivamente en el siglo XI por la Iglesia.

En la tradición celta el Samhain, la víspera de Todos los Santos, pasó a denominarse All-hallows Eve (actualmente, por contracción de la expresión: Halloween) y  el Día de los Todos los Difuntos o Día de Todas las Almas  pasó a ser el  2 de noviembre. Las tres noches de luna llena pasarian a ser Hallowmas.
No obstante, en nuestras tierras, mezcla de orígenes precristianos, y aún cristianizado el rito, conservamos rasgos y tradición propia de  origen céltico del Samhain.
Es Aragón, tierra de fadas, moras, lainas, omes, encantarias, granizos y bruxas. Tierra que a pesar de una muerte lenta y constante de sus lenguas pirenaicas ha sabido proteger un compendio de  leyendas, falordias, cuentos, canciones, mitos y creencias a través de la tradición oral , que se mantiene, con quizá mayor autenticidad de origen en el Alto Aragón ( hay una mayor pervivencia de los mitos en zonas montañosas, más aisladas de la mentalidad urbana) aunque pervive en muchas poblaciones de todo el territorio como Trasmoz,  Radiquero, Adahuesca y Colungo en el Somontano o Graus y Secastilla en Ribagorza.

La celebración de "Toz os santos" todavía se mantiene rodeada de antiguas creencias y ritos, y el trato con las "Almetas" o espíritus difuntos era algo habitual en la vida de las aldeas más aisladas no hace tantos años. La Noche de las Ánimas, Noche d´ Almetas o As Lumbretas  se celebra, según he podido documentar, en algunas poblaciones la madrugada del 31 de octubre al 1 de noviembre y en otras la madrugada del 1 al 2 de noviembre.


Son días y noches de recogimiento e historias de ánimas, bruxas, follets, alentadas y totones frente a la chaminera,  de calabazas con velas, las de color verde y morfología alargada, para alumbrar en procesión  y  guiar así el camino al cementerio a las almetas. Es tiempo de misas y toque de muerto en la madrugada, de candilejas, estadal y cerilleta.  Las almetas vagan más tiempo entre la noche y hay que recogerlas. Nada mejor que ayudarlas a asentarse en el lugar que deben estar. Si se consigue, el invierno será tranquilo, sin ningún sobresalto por parte de las ánimas, pues estarán recogidas en el lugar que les corresponde.  

Aunque algunas de las  costumbres aragonesas de la Noche d’Almetas  se orientan hacia evitar el contacto con las ánimas, a las que se les quiere y se les teme a la vez,  la propia celebración es símbolo de una necesidad que siempre ha existido desde el principio de los tiempos: establecer algún tipo de relación con las ánimas.  



El trocito de tierra que es Menorca celebra también este Dia dels Morts ,Nit de les Ànimes o animetes,  y tras una investigación poco fructuosa llego a la repetida y entristecida conclusión  de que también en la isla hemos ido perdiendo por el camino gran parte de nuestra más primitiva identidad con este abandono progresivo de  rituales y costumbres ancestrales. En el ámbito cultural de estas tierras tradicionalmente se decía que las animetes, tanto las que habían muerto durante el año en curso como las que hace años que habían muerto,  volvían a las casas y lugares que habitaron. Se precisaba, curiosamente, el momento del retorno: a partir de las dos de la tarde del día de Tots Sants hasta el día siguiente , Dia de Morts, a su misma hora.

Dentro de esta dualidad que conlleva el rito de la fiesta, entre el miedo y la protección hacia las ánimas, común en todas las tierras que conformaron la Corona de Aragón,  en la isla se considera a las animetes como protectoras y  se mantienen aún tradiciones que han llegado hasta nuestros días. Tradiciones como la de poner un plato más a la mesa aquella noche, o dejar lugar para los familiares difuntos, o bien, abrir paso en las puertas para que entren las ánimas, cuidar de no moverse ni mover cosas por los rincones, convencidos de que son los lugares de la casa donde se refugian las animetes. En el Dia de Morts no se se escombra o barre y también era costumbre preparar la cama para que las animetes puedan descansar.

En el día de Tots Sants  era costumbre, poner manjares y ofrendas florales en coronas adornadas con crisantemos y perpetua siempreviva o flor de san juan. El ciprés, el laurel, el sauce y la hiedra eran sitio preferido para los difuntos, y se decía que la malva crece sobre las tumbas de aquellas buenas personas. 

Así mismo, hay multitud de prácticas relacionadas con el fuego durante estos días: encender candelas y otras luces de flama para que ses ànimes no tropiecen por la casa, a menudo en el interior de cántaros y frutos del tiempo como melones, sandías y calabazas, los cuales se acostumbraban a decorar y se colocaban en la puerta de las casas, en las habitaciones o en la cocina. Se encendía también la llar o chimenea para que los difuntos puedan encontrar el camino a casa, calentarse, descansar y comer a gusto. Este sería el caso de las xinxetes o mariposetas, que se encendían ya la noche del 31 de octubre,  son un pequeño corcho con  mecha que en lugar de usar cera como materia combustible  utiliza aceite vegetal. Se dejaban encendidas los días de Tots Sants i Morts, servían para señalar a ses animetes  el camino a casa.
Habitaba la creencia que las ánimas del purgatorio si encontraban buena acogida por parte de los familiares descansaban en paz, de lo contrario, seguían siendo almas en pena. Todas estas costumbres iban acompañadas de las tres misas con ornamentación negra y cirios amarillos, la visita al cementerio y  el insistente toque de campanas a plenyideres.

En algunos sitios se celebraban procesiones carnavalescas o bailes relacionados con la muerte, en algunos fanales se dibujaban ojos y bocas y se colocaban en las ventanas para así asustar a los que pasaban por la calle. Propio de la isla era, que alguien se envolvía una sabana más arriba de la cabeza con tal de disimular la estatura real y simulaba la cabeza con una caña y un fanal  encendido. El objetivo de tal fantasma no era otro que salir a la calle para espantar.
Las representaciones teatrales que se hacían en la calle más adelante fueron desplazadas por Don Juan Tenorio, de José Zorrilla en los teatros. Un tal Francesc Orfila Albertí  escribió una obra para parodiarla con el objetivo de darle un toque localista y picante.  Esta obra titulada En Tanoca des Migjorn, fue estrenada en Maó el 2 de noviembre de 1927, y desde entonces se ha representado en numerosas ocasiones, alrededor de Tots Sants , en la zona del levante menorquín y es ya un clásico del repertorio popular.

A nivel familiar se puede constatar la pervivencia de algunas de estas prácticas como la de hacer la castanyada, aunque se ha perdido el rito de encender hogueras para celebrarla. Y así, también frente al fuego, se solían explicar rondalles de muertos aparecidos y almas en pena. Probablemente, era la manera de introducir a los niños en estas cuestiones de la muerte, y explicar cuentos de ánimas, relatos de muertos y otras rondalles que hacían miedo, lo que por este lado, alejaba la muerte de la  vida cotidiana y le daba una ambientación mágica y ritual.
El refranero menorquín hace múltiples referencias a la celebración, a las costumbres relacionadas con el rito en honor a los muertos y a los productos propios del otoño. Los hay que hablan del cambio de estación, de la llegada del frío, de los oficios del campo y el mar. Forman parte de nuestra memoria colectiva y es deber transmitirla como parte de nuestro patrimonio cultural.

La gastronomía de esta celebración, precedida por antiguas ofrendas funerarias, es rica y variada. En este momento del año la despensa se llena de conservas, confituras y otros alimentos de larga caducidad elaborados con los productos recogidos durante el verano y la entrada del otoño.   
Muchos dulces se elaboraban para poder conservarse mucho tiempo y servir de suministro energético durante los largos y fríos meses de invierno. En la despensa había frutas confitadas, vinos, aceite, los productos de la matanza del cerdo o ses porquetjades i es panets de mort. Joan Amades, folclorista, nos cuenta como en Menorca para Tots Sants se hacían ya antiguamente unos pastissets propios del día, que obligatoriamente se tenían que elaborar con miel y mantequilla. Destacaba su forma de difunto amortajado y solo solían comerlo los niños.


Amades también nos dice que antiguamente, en el día de muertos, se celebraban verdaderas bacanales en recuerdo y honor de los difuntos, de las cuales un lejano y desdibujado recuerdo es la actual castanyada. La Iglesia combatió enérgicamente los abusos que se hacían en estas comidas. Los ricos señores comían delicadas viandas y los pobres; castañas. Aún hoy se celebran comidas familiares y se comen castañas, uvas, higos, moras, magranes – granadas (consideradas una representación del purgatorio, ses animetes eran los granos que la forman, por cada grano que se comía se redimía una animeta del purgatorio) boniatos, calabazas, bunyols-buñuelos , panets de morts. Se bebe buen vino, normalmente dulces o blancos, tipo moscatel.

En las casas, al llegar la noche, era costumbre dejar nueces, piñones rotos, castañas o granadas abiertas, encima la mesa de la cocina o en los rincones para que así las ánimas puedan comer sin molestar a los vivos mientras duermen.
La concepción de la muerte ha cambiado radicalmente, hasta la forma de morir ya no es lo que era. Es bien distinto morir en casa, rodeado de los tuyos, que en un hospital. La mort és llei de vida, afirma el dicho popular. Y en la concepción cíclica del tiempo y de la existencia de nuestros antecesores, la muerte era aceptada como un hecho absolutamente normal. La muerte temida era la imprevista: las desgracias, la muerte de alguien joven, los males y las epidemias, en definitiva de aquello que rompía el ciclo natural .
La muerte es, hoy en día  y en muchos casos, escondida o dismulada a los niños. Mientras, las imágenes de guerra, violencia, accidentes o catástrofes se repite constantemente en nuestros medios de comunicación. La muerte adquiere aires catastróficos y terribles. Contrasta profundamente con la aceptación natural que se encuentra implícita en los refranes, creencias y prácticas de tradición popular referente a los muertos.


Concluyo con la reflexión de si es posible que nuestros antepasados, quienes consideraron la muerte como un hecho cotidiano, inevitable y lógico en la medida en que forma parte del ciclo natural que afecta a personas, animales y plantas, sabían, en su incansable conexión con la naturaleza y lo desconocido,  que la muerte no es el final. 
Desde aquí, reivindico la muerte y su celebración. La vuelta a la esencia de las tradiciones populares  A los muertos, algún día dejaremos de llorarlos, los tendremos bien enterrados y reiremos, por nosotros, por ellos. Vivos y muertos. 

De pequeña recuerdo comer bunyols y castañas, tanto en el colegio como en casa. En nuestro hogar llevamos desde ayer con las velas encendidas, en recuerdo a nuestros muertos y también por qué no decirlo, para guiar a los antiguos moradores del edificio del Horno de la Pabostría, hoy nuestra casa.

Para finalizar la biblia que he escrito sobre la celebración aquí os dejo la receta d’es bunyols de tots sants. Como suele suceder, tengo más de una receta apuntada en el recetario de mi madre, y sin dudarlo,  os dejo con la suya. ¡Eran exquisitos, Ita! 

Bunyols 

1/2 kg de harina de fuerza
400 gr de patatas
1/2 vasito de leche
1 vasito de aceite de girasol
3 huevos
25 gr de levadura de pan
250 gr de azúcar


Miel o arrop 

Primero hervir la patata pelada en agua. En lugar de patata también podéis hacer una mezcla de patata y boniato, o sustituir la patata por el boniato o la calabaza, también quedan muy ricos.

En un recipiente o vasija, poner la harina y hacer un hueco en forma de cráter. 
En otro recipiente deshacer la levadura con la leche, que estará justo tibia. (si la leche está demasiado caliente la levadura se escalda y no haría efecto).
Añadirlo entonces al cráter y cubrirlo con parte de harina. 
Tapar el recipiente de manera que no entre aire para dejarlo reposar alrededor de 15 min en un sitio cálido y seco.
Mientras tanto ligar el azúcar con los huevos batidos en otro recipiente, mezclar con el aceite y pasado el tiempo de reposo lo añadís a la pasta de la masa. Ahora toca pastar o remover hasta ligarlo. (Os podéis ayudar de una cuchara de madera pues la masa es algo pegajosa). Una vez ligada, dejar reposar hasta que haya duplicado su volumen, alrededor de tres cuartos de hora. 

Para hacer y dar forma a los buñuelos hay que poner una sartén al fuego con mucho aceite y calentarlo hasta que esté bien caliente. Os mojáis la mano con agua fría y cogéis un pellizco de pasta con la punta de los dedos a la vez que hacéis un agujero con la punta del dedo gordo. Haciendo, digamos,como la forma de un pequeño salvavidas.( Si veis que no os salen los agujeritos, nada de desanimarse. Cogéis un pellizco de pasta, lo tiráis en el aceite y bon profit! Sin agujero.)

Luego consiste en ir friendo los buñuelos que para mejor control de cocción es mejor sean todos de la misma medida, alrededor de seis centímetros. De esta manera, cada buñuelo necesitará alrededor de cinco minutos. 
Al sacarlos hay que escurrirlos encima papel absorbente. 
Se pueden comer fríos y hasta un día después pero yo os recomiendo recién hechos y regados con un poquito de miel, azúcar o arrop.