Preservar la memoria de nuestras tradiciones
es, a veces, difícil tarea en una sociedad irremediablemente ligada a una
imposición, incuestionable o velada, de y en consecuencia desarraigo cultural y
por ende abandono y desarme paulatino de
la tradición más atávica. Cuando el origen es quebranto hay que saber abrir los
ojos y respetar aquello que en realidad siempre ha estado en nuestra memoria. Aquello
que forma parte de nuestra identidad.
Y es que la Fiesta de los Muertos, Noche de
Difuntos, Noche de Ánimas, Noche d’ Almetas o as Lumbretas, Tots Sants, Nit de Morts
o Animetes, Halloween y otras celebraciones similares alrededor del mundo
tienen una raíz en común: recordar a nuestros muertos y, en cierta manera,
perdurar viva nuestra relación con ellos en un momento del año en que la misma
naturaleza parece también desvanecerse.
Determina el inicio del ciclo de la tierra.
Tras el tiempo de abundancia, de las
cosechas del verano y las vendimias, con su luz lenta y calurosa, llega el
reposo. La muerte aparente de la naturaleza. Las hojas de muchos árboles caen y
la tierra, triste y agotada, aguarda el
momento de la siembra, permaneciendo yerma en noches frías que se alargan,
abstraída en un estado latente hasta el
resurgimiento de la vida con el retorno de la primavera y el buen tiempo. La idea de la muerte, el rito a la muerte con
el fin de promover el bienestar de los benévolos y aplacar la ira de los malvados está
presente en un periodo concreto en que la inmensa mayoría de pueblos desde las
culturas aztecas, orientales, africanas, pueblos celtas, egipcios y romanos han
estado celebrando como el tiempo de los muertos.
Parece ser que nuestra fiesta, que se remonta
al ciclo de la vida y al seguimiento del ciclo vital durante las diversas
estaciones del año, deriva, en concreto, del importante culto para el pueblo
celta llamado Samain o Samhain, en gaélico. Al igual que los meses, el año
cuenta con una fase oscura que se inicia con el mes de Samonios
(octubre-noviembre) y una fase luminosa que comienza en el mes de Giamonios
(abril-mayo).La festividad de Samhain señalaba
el comienzo del año nuevo celta. Tenía lugar en el mes de Samonios
(octubre-noviembre), durante la luna llena más cercana entre el equinoccio de
Otoño y el solsticio de Invierno, la celebración duraba 3 noches de luna llena.
La palabra gaélica Samhain significa etimológicamente “el final del verano”.
Hoy en día, es un hecho constatable el
peso y la riqueza en la variedad de tradiciones folclóricas de los pueblos con
origen celta. El Samhain se refiere a
los días que están fuera del periodo. Esos en los que se da la
bienvenida al periodo de oscuridad, cuando se posibilita que las puertas del
otro mundo queden abiertas y los muertos puedan contactar con los vivos. Son días
plagados de conmemoraciones relacionadas con los difuntos, es tiempo de
muertos.
En cuanto a la cristianización del culto a
los muertos, los romanos ya celebraban una festividad a Todos los Dioses. Los ejércitos del
Imperio romano, fueron asentándose en las tierras conquistadas, y fueron
adoptando las mismas costumbres. Decidieron
honrar a una de sus diosas haciendo coincidir la fiesta con la del Samhain.
Pomona era la diosa de los frutales, y en su honor celebraron la Fiesta de la
Cosecha el 31 de octubre, aunque ya los celtas celebraban una fiesta menor de
la cosecha en el equinoccio de otoño, el 21 de septiembre. También Marco Agripa
mando construir, en honor a Júpiter vengador, por el amparo recibido en las
duras batallas ganadas a Marco Antonio y Cleopatra, un templo pagano dedicado a
Ceres y a Todos los Dioses, llamado Panteón de Agripa o Panteón de Roma.
Ya en el siglo VII , Bonifacio IV en su labor
de cristianización
instaura el día de Todos los Santos el 13 de Mayo hacía el 609 E.C cuando decide
“ purificar” El Panteón y dedicarlo a la Virgen y a Todos los Santos cubriendo
el templo, como en su origen, con planchas de plata, las cuales había quitado
Constantino emperador para llevarlas a Zaragoza, juntamente con las estatua de
bronce y mármol que estaban en Roma, e hizo más daño en seis días que allí
estuvo que no hicieron los bárbaros en doscientos y cincuenta y ocho años.Este
fue el primer templo pagano transformado para el culto cristiano, y según
cuenta la tradición, veintiocho grupos de huesos de mártires fueron trasladados
de las catacumbas y colocados bajo el altar mayor.
Aunque fue Gregorio III quien consagró una
capilla en la Basílica de San Pedro en honor a todos los santos cristianos y
cambio el día, para fijarlo en el 1 de noviembre. La explicación de tal cambio
está en el Samhain, que seguía siendo
una arraigada fiesta popular celta a pesar de
la cristianización de Gran Bretaña. De esta manera la Iglesia trató de desviar el interés que existía en las
costumbres paganas incorporando en el calendario una celebración cristiana en
la misma fecha que la fiesta de Samhain. Al no poder desarraigar las creencias
paganas la Iglesia simplemente las ocultó tras una máscara “cristiana” y adoptó
las celebraciones previas, dándoles una especie de “visto bueno”. En el año 835
E.C., el papa Gregorio IV convierte la festividad de Todos los Santos en fiesta
universal en el calendario gregoriano.
En el 998 E.C fue el quinto abad de Cluny
quien instauró en los monasterios de su congregación, el 2 de
noviembre como fiesta para conmemorar a las almas de los que habían fallecido. Y
de ahí se extendió hasta ser aceptada definitivamente en el siglo XI por la
Iglesia.
En la tradición celta el Samhain, la víspera
de Todos los Santos, pasó a denominarse All-hallows Eve (actualmente, por
contracción de la expresión: Halloween) y
el Día de los Todos los Difuntos o Día de Todas las Almas pasó a ser el
2 de noviembre. Las tres noches de luna llena pasarian a ser Hallowmas.
No obstante, en nuestras tierras, mezcla de
orígenes precristianos, y aún cristianizado el rito, conservamos rasgos y
tradición propia de origen céltico del
Samhain.
Es Aragón, tierra de fadas, moras,
lainas, omes, encantarias, granizos y bruxas. Tierra que a pesar de una muerte lenta y
constante de sus lenguas pirenaicas ha sabido proteger un compendio de leyendas, falordias, cuentos, canciones, mitos
y creencias a través de la tradición
oral , que se mantiene, con quizá mayor autenticidad de origen en el Alto
Aragón ( hay una mayor pervivencia de los mitos en zonas montañosas, más
aisladas de la mentalidad urbana) aunque pervive en muchas poblaciones de todo
el territorio como Trasmoz, Radiquero, Adahuesca
y Colungo en el Somontano o Graus y Secastilla en Ribagorza.
La
celebración de "Toz os santos" todavía se mantiene rodeada de
antiguas creencias y ritos, y el trato con las "Almetas" o espíritus
difuntos era algo habitual en la vida de las aldeas más aisladas no hace tantos
años. La Noche de las Ánimas, Noche d´ Almetas o As
Lumbretas se celebra, según he podido
documentar, en algunas poblaciones la madrugada del 31 de octubre al 1 de
noviembre y en otras la madrugada del 1 al 2 de noviembre.
Son
días y noches de recogimiento e historias de ánimas, bruxas, follets, alentadas
y totones frente a la chaminera, de calabazas
con velas, las de color verde y morfología alargada, para alumbrar en procesión y guiar así el camino al cementerio a las almetas.
Es tiempo de misas y toque de muerto en la madrugada, de candilejas, estadal y
cerilleta. Las almetas vagan más tiempo entre la noche y hay
que recogerlas. Nada mejor que ayudarlas a asentarse en el lugar que deben
estar. Si se consigue, el invierno será tranquilo, sin ningún sobresalto por
parte de las ánimas, pues estarán recogidas en el lugar que les corresponde.
Aunque algunas de las costumbres aragonesas de la Noche d’Almetas se orientan hacia evitar el contacto con las
ánimas, a las que se les quiere y se les teme a la vez, la propia celebración es símbolo de una
necesidad que siempre ha existido desde el principio de los tiempos: establecer
algún tipo de relación con las ánimas.
El trocito
de tierra que es Menorca celebra también este Dia dels Morts ,Nit de les
Ànimes o animetes, y tras una
investigación poco fructuosa llego a la repetida y entristecida conclusión de que también en la isla hemos ido perdiendo
por el camino gran parte de nuestra más primitiva identidad con este abandono
progresivo de rituales y costumbres
ancestrales. En el ámbito cultural de estas tierras tradicionalmente se decía
que las animetes, tanto las que habían muerto durante el año en curso como las
que hace años que habían muerto, volvían
a las casas y lugares que habitaron. Se precisaba, curiosamente, el momento del
retorno: a partir de las dos de la tarde del día de Tots Sants hasta el día siguiente , Dia de Morts, a su misma hora.
Dentro de
esta dualidad que conlleva el rito de la fiesta, entre el miedo y la protección
hacia las ánimas, común en todas las tierras que conformaron la Corona de
Aragón, en la isla se considera a las animetes como protectoras y se mantienen aún tradiciones que han llegado
hasta nuestros días. Tradiciones como la de poner un plato más a la mesa
aquella noche, o dejar lugar para los familiares difuntos, o bien, abrir paso
en las puertas para que entren las ánimas, cuidar de no moverse ni mover cosas
por los rincones, convencidos de que son los lugares de la casa donde se
refugian las animetes. En el Dia de Morts
no se se escombra o barre y también
era costumbre preparar la cama para que las animetes puedan
descansar.
En el día de
Tots Sants era costumbre, poner manjares y ofrendas
florales en coronas adornadas con crisantemos y perpetua siempreviva o flor de
san juan. El ciprés, el laurel, el sauce y la hiedra eran sitio preferido para
los difuntos, y se decía que la malva crece sobre las tumbas de aquellas buenas
personas.
Así mismo, hay
multitud de prácticas relacionadas con el fuego durante estos días: encender candelas y otras
luces de flama para que ses ànimes no
tropiecen por la casa, a menudo en el interior de cántaros y frutos del tiempo
como melones, sandías y calabazas, los cuales se acostumbraban a decorar y se
colocaban en la puerta de las casas, en las habitaciones o en la cocina. Se
encendía también la llar o chimenea para que los difuntos puedan encontrar el
camino a casa, calentarse, descansar y comer a gusto. Este sería el caso de las
xinxetes o mariposetas, que se encendían ya la noche del 31 de octubre, son un pequeño corcho con mecha que en lugar de usar cera como materia
combustible utiliza aceite vegetal. Se
dejaban encendidas los
días de Tots Sants i Morts, servían para señalar a ses animetes el camino a
casa.
Habitaba la creencia
que las ánimas del purgatorio si encontraban buena acogida por parte de los
familiares descansaban en paz, de lo contrario, seguían siendo almas en pena. Todas
estas costumbres iban acompañadas de las tres misas con ornamentación negra y
cirios amarillos, la visita al cementerio y
el insistente toque de campanas a plenyideres.
En algunos sitios se celebraban procesiones carnavalescas
o bailes relacionados con la muerte, en algunos fanales se dibujaban ojos y
bocas y se colocaban en las ventanas para así asustar a los que pasaban por la
calle. Propio de la isla era, que alguien se envolvía una sabana más arriba de
la cabeza con tal de disimular la estatura real y simulaba la cabeza con una
caña y un fanal encendido. El objetivo
de tal fantasma no era otro que salir a la calle para espantar.
Las representaciones teatrales que se hacían
en la calle más adelante fueron desplazadas por Don Juan Tenorio, de José Zorrilla en los teatros. Un tal Francesc
Orfila Albertí escribió una obra para
parodiarla con el objetivo de darle un toque localista y picante. Esta
obra titulada En Tanoca des
Migjorn, fue estrenada en
Maó el 2 de noviembre de 1927, y desde entonces se ha representado en numerosas
ocasiones, alrededor de Tots Sants , en la zona del levante menorquín y es ya
un clásico del repertorio popular.
A nivel familiar se puede constatar la pervivencia de
algunas de estas prácticas como la de hacer la castanyada, aunque se ha perdido
el rito de encender hogueras para celebrarla. Y así, también frente al fuego, se solían
explicar rondalles de muertos
aparecidos y almas en pena. Probablemente, era la manera de introducir a los
niños en estas cuestiones de la muerte, y explicar cuentos de ánimas, relatos
de muertos y otras rondalles que
hacían miedo, lo que por este lado, alejaba la muerte de la vida cotidiana y le daba una ambientación
mágica y ritual.
El refranero
menorquín hace múltiples referencias a la celebración, a las costumbres
relacionadas con el rito en honor a los muertos y a los productos propios del
otoño. Los hay que hablan del cambio de estación, de la llegada del frío, de
los oficios del campo y el mar. Forman parte de nuestra memoria colectiva y es
deber transmitirla como parte de nuestro patrimonio cultural.
La
gastronomía de esta celebración, precedida por antiguas ofrendas funerarias, es
rica y variada. En este momento del año la despensa se llena de conservas,
confituras y otros alimentos de larga caducidad elaborados con los productos
recogidos durante el verano y la entrada del otoño.
Muchos
dulces se elaboraban para poder conservarse mucho tiempo y servir de suministro
energético durante los largos y fríos meses de invierno. En la despensa había
frutas confitadas, vinos, aceite, los productos de la matanza del cerdo o ses porquetjades i es panets de mort. Joan Amades, folclorista, nos cuenta como en Menorca
para Tots Sants se hacían ya antiguamente unos pastissets propios del día, que
obligatoriamente se tenían que elaborar con miel y mantequilla. Destacaba su
forma de difunto amortajado y solo solían comerlo los niños.
Amades también nos dice que antiguamente, en el día de muertos, se
celebraban verdaderas bacanales en recuerdo y honor de los difuntos, de las
cuales un lejano y desdibujado recuerdo es la actual castanyada. La Iglesia
combatió enérgicamente los abusos que se hacían en estas comidas. Los ricos
señores comían delicadas viandas y los pobres; castañas. Aún hoy se celebran
comidas familiares y se comen castañas, uvas, higos, moras, magranes – granadas (consideradas una representación
del purgatorio, ses animetes eran los
granos que la forman, por cada grano que
se comía se redimía una animeta del purgatorio) boniatos, calabazas,
bunyols-buñuelos , panets de morts. Se bebe buen vino, normalmente dulces o blancos,
tipo moscatel.
En las casas, al llegar la noche, era
costumbre dejar nueces, piñones rotos, castañas o granadas abiertas, encima la
mesa de la cocina o en los rincones para que así las ánimas puedan comer sin
molestar a los vivos mientras duermen.
La
concepción de la muerte ha cambiado radicalmente, hasta la forma de morir ya no
es lo que era. Es bien distinto morir en casa, rodeado de los tuyos, que en un
hospital. La mort és llei de vida, afirma el dicho popular. Y en la
concepción cíclica del tiempo y de la existencia de nuestros antecesores, la
muerte era aceptada como un hecho absolutamente normal. La muerte temida era la
imprevista: las desgracias, la muerte de alguien joven, los males y las
epidemias, en definitiva de aquello que rompía el ciclo natural .
La muerte
es, hoy en día y en muchos casos, escondida
o dismulada a los niños. Mientras, las imágenes de guerra, violencia, accidentes
o catástrofes se repite constantemente en nuestros medios de comunicación. La
muerte adquiere aires catastróficos y terribles. Contrasta profundamente con la
aceptación natural que se encuentra implícita en los refranes, creencias y
prácticas de tradición popular referente a los muertos.
Concluyo con la reflexión de si es posible
que nuestros antepasados, quienes consideraron la muerte como un hecho
cotidiano, inevitable y lógico en la medida en que forma parte del ciclo
natural que afecta a personas, animales y plantas, sabían, en su incansable
conexión con la naturaleza y lo desconocido, que la muerte no es el final.
Desde aquí, reivindico la muerte y su
celebración. La vuelta a la esencia de las tradiciones populares A los muertos, algún día dejaremos de
llorarlos, los tendremos bien enterrados y reiremos, por nosotros, por ellos.
Vivos y muertos.
De pequeña recuerdo comer bunyols y castañas, tanto en el colegio como en casa. En nuestro hogar llevamos desde ayer con las
velas encendidas, en recuerdo a nuestros muertos y también por qué no decirlo, para
guiar a los antiguos moradores del edificio del Horno de la Pabostría, hoy
nuestra casa.
Para finalizar la biblia que he escrito sobre
la celebración aquí os dejo la receta d’es
bunyols de tots sants. Como suele suceder, tengo más de una receta apuntada
en el recetario de mi madre, y sin dudarlo, os dejo con la suya. ¡Eran exquisitos, Ita!
Bunyols
1/2 kg de harina de fuerza
400 gr de patatas
1/2 vasito de leche
1 vasito de aceite de girasol
3 huevos
25 gr de levadura de pan
250 gr de azúcar
Miel o arrop
Primero hervir la patata pelada en agua. En lugar de patata también podéis hacer una mezcla de patata y boniato, o sustituir la patata por el boniato o la calabaza, también quedan muy ricos.
En un recipiente o vasija, poner la harina y hacer un hueco en forma de cráter.
En otro recipiente deshacer la levadura con la leche, que estará justo tibia. (si la leche está demasiado caliente la levadura se escalda y no haría efecto).
Añadirlo entonces al cráter y cubrirlo con parte de harina.
Tapar el recipiente de manera que no entre aire para dejarlo reposar alrededor de 15 min en un sitio cálido y seco.
Mientras tanto ligar el azúcar con los huevos batidos en otro recipiente, mezclar con el aceite y pasado el tiempo de reposo lo añadís a la pasta de la masa. Ahora toca pastar o remover hasta ligarlo. (Os podéis ayudar de una cuchara de madera pues la masa es algo pegajosa). Una vez ligada, dejar reposar hasta que haya duplicado su volumen, alrededor de tres cuartos de hora.
Para hacer y dar forma a los buñuelos hay que poner una sartén al fuego con mucho aceite y calentarlo hasta que esté bien caliente. Os mojáis la mano con agua fría y cogéis un pellizco de pasta con la punta de los dedos a la vez que hacéis un agujero con la punta del dedo gordo. Haciendo, digamos,como la forma de un pequeño salvavidas.( Si veis que no os salen los agujeritos, nada de desanimarse. Cogéis un pellizco de pasta, lo tiráis en el aceite y bon profit! Sin agujero.)
Luego consiste en ir friendo los buñuelos que para mejor control de cocción es mejor sean todos de la misma medida, alrededor de seis centímetros. De esta manera, cada buñuelo necesitará alrededor de cinco minutos.
Al sacarlos hay que escurrirlos encima papel absorbente.
Se pueden comer fríos y hasta un día después pero yo os recomiendo recién hechos y regados con un poquito de miel, azúcar o arrop.